Observatorios Urbanos


colson

César Sánchez Coronado

El fútbol a luz y sombra 

Eduardo Galeano podrá no ser un referente inmediato para la cuestión de las Ciencias Sociales, pues él se consolidó -esencialmente- en las Humanidades, recordemos que se inició como periodista y eso lo llevó a desarrollar trabajos que ayudan a comprender, aunque de reojo, determinados contextos históricos y personajes influyentes. Su obra de 1995 “el fútbol a luz y sombra”, nos ayudará a explicar esta idea. 

En la “primera parte” de este libro, Galeano hace una especie de “filosofía del fútbol” durante las primeras veinte páginas al hablar sobre los entes que le dan vida a esta práctica: el estadio, la afición, el hincha -que es acérrimo-, los especialistas en la materia, el teatro del juego, los ídolos de la cancha, el gol, etc.; sus reflexiones tienen el propósito de comprender la estructura anímica del fútbol que se le ha arrebatado a la sociedad por haberse convertirlo en un espectáculo gracias a la tecnocracia del deporte profesional (p. 2). 

A partir de la página veinticinco, el autor comienza un recuento histórico sobre el fútbol que va desde los -posibles- orígenes de la práctica hasta la realización de la primera Copa del Mundo en 1930. 

En este segundo “apartado” de hechos, se habla del papel de los ingleses para crear las reglas del juego y la influencia del colonialismo en la segregación de quiénes podían participar con algún club. Hacia 1915 “la Argentine Football Association no permitía que se hablara español en las reuniones de sus dirigentes y la Uruguay Association Football League prohibía que los partidos se jugaran en domingo, porque la costumbre inglesa mandaba jugar el sábado” (p. 33). 

Este versículo llamado “el fútbol criollo” se complementa con “los negros”, en ambos se habla de un colonialismo de facto al inmiscuir que mientras los habitantes -la juventud- de escasos recursos lograban jugar este deporte al sociabilizar con los migrantes europeos que, esencialmente, llegaron a Argentina, Uruguay y Brasil; los descendientes de esclavos resentían el racismo latente de mayor parte de la sociedad latinoamericana de la época. 

Rescata los casos de Isabelino Gradín y Juan Delgado, ambos nietos de esclavos. En 1916 Uruguay venció por diferencia de cuatro goles a Chile, Isabelino anotó dos de ellos. El combinado chileno le pidió a la Federación Sudamericana de Fútbol anular el partido “porque Uruguay alineó a dos africanos”, la controversia también se sustentaba en que Uruguay, en ese entonces era “el único país del mundo que tenía jugadores negros en la selección nacional” (p. 42). 

En los periodos que llamaremos “entre Copas” -1930, 1934, 1938, 1950, 1954, sucesivamente hasta 1994- Galeano escribe sobre jugadores destacados de cada cuatrienio, algunos nombres ya sólo recordados por los más puristas del juego. De muchos destaca su origen humilde y sirven para tener presentes las vicisitudes de ser un ídolo entre la afición, pero cuya idolatría es pasajera y el jugador -mortal, al fin de cuentas- puede fallar en poner los pies sobre la tierra. Algunos, como el brasileño Moacyr Barbosa, se convierten en repudiados por ser el portero que “permitió” a Uruguay vencer a Brasil en la recordada final de 1950. 

En su vejez, dice el autor, no tenía “más ingresos que una pensión miserable” (p. 101). El fanatismo sólo trae dolencias.

Otros jugadores, por motivos de creencias, terminan en la ignominia de las instituciones y de aquellos que, con pantalón largo, regulan la práctica del fútbol. Resulta un tanto conflictivo que un jugador como Sócrates, ferviente lector de Antonio Gramsci y creador de la Democracia Corinthiana, quedara reducido a menciones de su habilidad con el balón. 

A pesar de haber sido un futbolista recordado por la generación de las Copas de 1982 y 1986, Sócrates, al igual que su homónimo griego, le fue incomodó a más de un “poderoso” por hacerle saber a sus colegas y compatriotas que la lucha obrera es un asunto que debe importarle a todos aquellos que “no tienen nada que perder”. El brasileño es uno de los cuatro “insurrectos” de la opresión que ejercía sobre los jugadores el Club Corinthians de Sao Paulo. 

Galeano describe el contexto previo e inmediato a la Copa Mundial en cuestión, a manera de introducción. Un ejemplo es que, para hablar de la edición de 1974, habla de los escándalos de Watergate, el fin de las dictaduras de Grecia y Portugal, la consolidación de Pinochet en Chile, la propaganda anti-Castro en Florida, entre otros. 

Dejo a la imaginación del lector que reflexione sobre la cantidad de eventos de la historia universal contemporánea que el autor recuenta con el transcurrir de la lectura. Hay que aclarar que la obra no funciona como una fuente de investigación, pero sí tiene la utilidad de ser un referente de consulta, pues el autor maneja una basta selección de investigadores que abordan el tema del fútbol desde diferentes perspectivas. 

En algunos casos, toman la importancia de la segunda revolución industrial -1870 a 1914- para explicar cómo los grupos o monopolios ingleses llevaban la práctica del fútbol como un ejercicio recreativo para sus trabajadores de diferentes países.

Debemos anotar, Galeano ignora el caso mexicano. Claro, menciona las dos Copas que nuestro país fue anfitrión -1970 y 1986- y le dedica un versículo al eterno Hugo Sánchez, pero pareciera que no hubo aspectos más destacados de nuestro fútbol en sus hallazgos. 

A pesar de nombrar muchas figuras y momentos destacados a nivel internacional, no habla de la influencia que tuvo la sociedad española radicada en México para popularizar este deporte. Pasa por alto un nombre como Isidro Lángara, de orgulloso origen vasco. Lángara fue uno de los exiliados a México en el contexto de la guerra civil española y fue el primer goleador de calidad que hubo en nuestro país. 

También pasa por alto la influencia europea para conformar la primera división mexicana, similar a los casos sudamericanos. En los inicios del fútbol mexicano, quienes menos tenían tiempo -e interés- por jugar, eran los propios mexicanos. De esto, ya nos tocará hablar más adelante. 

La obra es una invitación a sus lectores para tener otra mirada sobre el deporte que puede paralizar a uno o varios países. Una mirada sustentada -esencialmente- en Historia y en Antropología. “Sólo es un juego”, se puede argumentar y es válido, pero una retrospectiva sobre los componentes que conforman este deporte puede ayudarnos a comprender choques y manifestaciones culturales que conforman la idiosincrasia de aquellos aficionados que mantienen viva esa energía de felicidad que el fútbol profesional se encarga de “castrar”. 

Dicho de otra forma, un mayor análisis de este tipo de procesos puede ayudarnos a crear trabajos de otra índole -de un carácter más cercano a las Ciencias Sociales- que sean útiles para una mayor comprensión de nuestra propia sociabilidad y que expliquen nuestra propia manera de entender una -de tantas- actividades, como las aportaciones de Norbert Elías en su obra “Deporte y ocio en el proceso de la civilización” de 1939. 

Dice Galeano que los trasfondos del fútbol quedan aislados de los fenómenos sociales y acontecimientos históricos “en países donde el fútbol ha sido y sigue siendo un signo primordial de identidad colectiva. Juego, luego soy” (p. 243).  


Scroll to Top