Observatorios Urbanos


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Gloria Ciria Valdéz Gardea

¿Y si mejor hablamos de pornografía? A eso sí le entiendo…  

Hace unas semanas, me invitaron al pueblo de Guasavito, perteneciente al municipio de Guasave, Sinaloa. Es un bonito lugar de unos 1700 habitantes a 15 minutos de la cabecera municipal. Llegamos por la noche y ya nos estaban esperando. En el pórtico de la casa estaba la matriarca de la familia sentada en una poltrona, casi no ve a consecuencias de la diabetes, con un bastón en la mano y bonita sonrisa nos recibía. También estaban algunos hermanos de Arnulfo el anfitrión, sobrinos, sobrinos nietos, etc. Era toda una algarabía. 

Arnulfo, su linda hija y esposo, y yo nos sentamos a convivir con todos y a cenar unos ricos tacos de carne adobada. Al siguiente día, Arnulfo y yo salimos a caminar por el canal, caminamos mucho hasta los sembradíos, vimos vacas, caballos, burros, era una preciosa vista. Hasta ese momento reconocí mi derrota: el ombligo agricultor del país era Guasave, no el Valle del Yaqui como yo argumentaba en nuestras pláticas, jaja. 

Al mediodía, de comida hubo un rico caldo de cocido que se cocía afuera en un fogón mientras una de las hermanas hacía tortillas de maíz, algunos de los presentes no quitábamos los ojos del comal para tomar la primera tortilla que saliera y taquear con asientos de chicharrón. Una de las sobrinas de Arnulfo, de unos 30 años, jugaba con los primos y su clica a piedra, papel o tijeras, quien perdía agachaba su cabeza hasta colocar el rostro en una bandeja con harina.

Al rato, en una moto, llegó Catalina, una guapa señora de unos 50 años de edad. Según Arnulfo es la hermana más acaudalada de la familia, dueña de unos de los abarrotes más visitados de la comunidad. “Vine a saludarlos- dijo- allá deje a la Choco trabajando”. Uno de nosotros, no recuerdo quién, comentó en tono de broma: “Así es el capitalismo salvaje”. Todos reímos, pero Catalina preguntó: ¿qué es el capitalismo? Y ahí empezó todo…

Arnulfo dijo, rascándose la cabeza como es su costumbre: “Es un sistema político, económico donde el fin es que unos obtengan más ganancias y otros sigan empobreciéndose y sean explotados por los dueños de los recursos”. 

Catalina dijo con una sonrisa: “Ah, o sea que yo soy una capitalista” y reímos, pero nadie lo negó o lo afirmó.

Mientras Catalina se acomodaba a gusto en su silla enfrente de su mamá que no deja de sonreír dijo: “Oigan, plebes, fíjense que allá en la tienda, llega mucha gente enojada con el presidente, se quejan de que está quitándoles el dinero para sembrar y que el empobrecimiento y las carencias eran por que se los está dando a los viejitos, que quiere militarizar el país, que les está quitando dinero y se los da a los plebes de prepa para que estudien, que quiere volvernos como Venezuela y que es un peligro para México… ¿cómo la ven ustedes?” 

No pude evitar recordar al Dr. Lorenzo Meyer en uno de los programas de radio con Carmen Aristegui quien lanzó el comentario: “Aquí se está hablando mucho de militarización, sin embargo, no hemos definido que entendemos por ello”

Le pregunté a Catalina: “¿Sabes que es militarización?” Dijo: “No, por eso pregunto”. El yerno de Arnulfo, un joven ingeniero de 26 años, dijo: “Mira, tía, para empezar, si fuéramos un país militarizado, no podríamos estar ahorita platicando nada de esto, todos los días hubiera toque de queda, habría un militar afuera de cada institución, banco, tiendas, etc. También espías para poner dedo a aquellas personas que estuvieran hablando mal del gobierno y los encarcelaría, la gente no pudiera organizarse en marchas, plantones, ni protestas ni nada”. 

Catalina sólo exclamo: “Aaah”.

Seguí con preguntas para Catalina. “¿Qué pasa cuando a un niño le decimos que es un pendejo y que no sirve para nada, cómo crece ese niño?” Los adolescentes presentes -quizás sintiéndose aludidos- dijeron: “Pues nos la creemos”. “Así es, Catalina- y continué- mientras más se diga y se repita una cosa o idea la gente se lo cree; una manera de desacreditar al presidente es decir y decir que es un peligro para el país. Fíjate que hubo un filósofo, ya murió, se llamaba Antonio Gramsci, de hecho lo metieron a la cárcel por su manera de pensar, él escribió unos libros que se llamaron “Los libros de la Cárcel” y ahí describe lo que te estoy diciendo”.

Ahí estuvo mi error o eso pienso, pues Silvia, otra hermana de Arnulfo mientras seguía haciendo las tortillas de maseca dijo riéndose: “¿Y si mejor hablamos de pornografía? A eso sí le entiendo…”

Todos carcajeamos, pero Catalina dijo: “No, no, a mí sí me gusta saber de todo esto, que me expliquen”. 

Entonces le seguí. “Oye, fíjate qué sobre la pensión a los viejitos, me gustaría preguntarte: ¿Cómo se sienten tú y tus hermanos que tu mamá, que está enferma, reciba un apoyo económico del presidente? Es decir -continué- el apoyo a nuestros viejitos hay que verlo con un enfoque más amplio, además de que valida a los ancianos, los hace sentir que son tomados en cuenta, les da oportunidad para comprarse sus cositas; el núcleo familiar, o sea nosotros los hijos, nos sentimos más tranquilos, pues muchos hijos aunque quieran aportar y ayudar a sus padres, no tienen dinero, apenas les alcanza para ellos. Por lo tanto, este beneficio a los abuelitos es un beneficio al núcleo familiar, a la familia extendida, a la comunidad y a la sociedad”. 

Al respecto Arnulfo también comentó: “Durante toda su vida las personas mayores aportaron con su trabajo para que este país sea lo que es hoy. Con sus impuestos pagaron mucho dinero para mantener al gobierno. El dinero que actualmente están recibiendo es simbólico, con ello recuperan un poco de los impuestos que pagaron durante toda su vida laboral”.

No pude evitar sentir cierta vergüenza cuando Catalina respondió a todo esto: “¿Y por qué nadie nos lo explica? ¿Por qué no vienen acá a decirnos todo esto para entenderlo?” En eso Catalina recibió una llamada de su empleada y suspendimos la charla. 

Son varios aprendizajes que me traje de esa visita. Por ejemplo, considero que se necesita seguir trabajando en los núcleos familiares para llevar el mensaje de reflexión, cambio y transformación. Los hijos, nietos, sobrinos, hermanos, tíos, que tuvimos la fortuna de recibir educación formal y que creemos en la imperiosa necesidad de contar con un país más justo, más igualitario. 

Somos los responsables de llevar el mensaje en especial a todas esas Catalinas que hay en nuestras familias, en las comunidades, que están ávidas de saber, de entender, de conocer y en donde nuestras voces les significan a ellas respeto y conocimiento.

El válido reclamo de Catalina sobre el por qué no se sabe de esta información nos brinda insumos para seguir trabajando en fortalecer las estructuras comunitarias para llevar mesas de diálogo comunitario, y campañas de difusión que contrarresten y desafíen a los rumores y desinformación.

 Por último, el sarcasmo de Silvia, “¿Y si mejor hablemos de pornografía? A eso sí le entiendo…”, es una crítica profunda a la necesidad de divulgar el conocimiento a través del diseño de herramientas y estrategias como el aspecto verbal y pragmático que tomen en cuenta el conocimiento de las estructuras lingüísticas, la adecuación de su uso a las exigencias del contexto, la estructuración coherente del discurso y el empleo de estrategias afectivas para iniciarlo, desarrollarlo y finalizarlo (Canale y Swain, 1980).

Suspiré de alivio a que Catalina no preguntara sobre el tema migratorio, pues es un tema muy complejo y como académica tengo muchas diferencias con la política migratoria actual; sin embargo, esas y otras diferencias no definen a todo el proyecto federal, no nublan la base fundamental que firmemente creo: la necesidad de un país más justo, igualitario y un nosotros más grande. Falta mucho por hacer. 


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